jueves, 3 de mayo de 2012

Historia de vida: El primer día del Golpe de Estado…



Mi nombre es Raquel, soy profesora de Ciencias Sociales, egresada del Instituto Superior del Profesorado de la ciudad de Paraná, Entre Ríos, en el año 1974. Una vez egresada en la capital Entrerriana me mude, como muchos otros colegas, a Buenos Aires. Allí esperaba ejercer mi profesión, y cuando se dé la oportunidad seguir formándome en el apasionante mundo de la docencia.
Me fui con muchos anhelos, deseos de un mundo mejor, y todas aquellas cuestiones que mi formación me había inculcado. Marché con la frente bien en alto, orgullo de mis padres que con mucho esfuerzo apoyaron mi carrera, orgullosa de mi título y mis grandes logros como estudiante, con ganas de educar de la mejor manera a toda una generación de ciudadanos.
Hoy, después de muchos años, con la experiencia necesaria como para hacer una mirada retroactiva de mi vida, y más que nada de lo vivido a lo largo de tantos años como docente, les confieso que aquella decisión de partir del interior del país a la gran ciudad, no fue la mejor que pude haber tomado. Pues, en un principio todo era casi como lo había planificado, pero lamentablemente para mí, y mis sueños y metas, a poco más de un año de estar  lejos de mi familia y mi gente, todo dio un giro inesperado. Sin planearlo, sin meditarlo, sin siquiera decidirlo, una mañana me encontré, como educadora, formando parte de un nuevo modelo de formación ciudadana, dentro del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, y aunque mi formación no encontraba un lugar dentro de tal modelo, aquello cambiaria mi vida para siempre. Creo vale la pena compartir con ustedes lo sucedido un día de Marzo del año 1976…
Era una hermosa tarde soleada, recuerdo estar sentada en mi pequeño escritorio, escuchando un poco de música como de costumbre, mientras planificaba mi clase para el día siguiente. Les había pedido a los chicos que lleven una breve reseña de El Capital de Marx, ya que la idea era trabajar el capitalismo desde este autor. Mientras hacia esto, a la vez pensaba algunas propuestas para ser presentada en la asamblea de docentes de la tarde siguiente, convocada para discutir y debatir cuestiones tanto laborales, como las referidas a las nuevas estrategias de enseñanza-aprendizaje que estaban en auge y en total aceptación por el ámbito académico.
Como nueva docente esperaba con ansiedad esa reunión, ya que en mi formación se promulgaban los derechos de los trabajadores y más que nada de los docentes. En estas asambleas cada uno de nosotros aportábamos ideas para mejorar no solo la situación de nuestros compañeros trabajadores docentes, sino también la calidad educativa, buscando métodos de enseñanza común, entre otras cuestiones de índole institucional.
Al otro día, bien temprano y con mis aportes y planificaciones en el maletín, me dirigía a la institución. Cuando estaba llegando me llamó la atención no escuchar el bullicio de los chicos corriendo en el patio, por el contrario el silencio invadía el lugar, era como si al tema “Otro ladrillo en la pared de Pink Floyd le habían quitado el coro de niños, pero deje de hacer deducciones y me dispuse a ingresar al edificio, viendo que, además, los afiches que estaban en la entrada sobre la asamblea ya no existían.
Ya en el interior encontré el patio vacío, pero estaba segura de que no había llegado tarde y mire mi reloj para confirmarlo. Al levantar la vista venia caminando por el pasillo la profesora de derechos humanos, y muy disimulada, casi susurrando me dijo: “los militares están acá”. Entonces me apresuré a llegar al salón. Mientras subía me preguntaba: “¿que querrán? ¿Se vendrán a presentar como nuevos mandatarios?, quizá vengan a hacer algún tipo de relevamiento u otra tarea por parte del gobierno… Solo espero que no se demoren demasiado porque traje mucho para trabajar con mis alumnos”.
Cuando entre, el ambiente era muy frío, los chicos estaban formados en fila, muy prolijos, parecía que habían tomado distancia, algunos no entendían lo que pasaba, otros parecían atemorizados, y para ser sincera en mi caso me sentí invadida de temor e inhibida frente a la situación, por eso opte por quedarme en un rincón del salón y pasar desapercibida, observando la situación, pues mucho mas no se podía hacer. Allí estaban unos 10 hombres uniformados, con borcegos de cuero, trajes verdes, pelo corto y tan rectos como una estatua, imagínense la presencia y el miedo que impartían que nadie decía nada. Cuando el reloj dio las ocho de la mañana en punto, uno de ellos dio unos pasos firmes al frente, y con una voz fuerte e imponente comenzó a leer desde una carpeta negra llena de papeles y recortes perfectamente ordenados. Era un comunicado, no muy extenso, y para mi gusto demasiado complejo para la edad de algunos alumnos. El mismo era el comunicado oficial que proclamaba la intervención de la junta militar. El objetivo del documento era dar a conocer algunas de las cuestiones que habían llevado a dicha intervención, a la cual tituló “Proceso de reorganización nacional”, entre las que recuerdo figuraban algunas como: falta de capacidad de convocatoria de gobierno nacional, contradicciones evidenciadas en las medidas tomadas de diversas índoles, ausencia total de los ejemplos éticos y morales que deben dar quienes ejercen la conducción del estado, y como seria la situación de allí en más.
Una vez concluida la lectura, dieron la orden a los docentes de llevar a los chicos al patio, formarlos y despedirlos hasta el día siguiente. Por un momento me preocupe por los chicos que viven lejos, por los que toman el transporte escolar, pero cuando salimos hasta la puerta a acompañarlos, el transporte los estaba esperando para llevarlos de regreso, y los padres de algunos chicos ya los estaban esperando, fue cuando me di cuenta de lo poco informada que estaba de la situación.
Al regresar al interior del edificio escolar nos pidieron a los docentes que nos agrupáramos en un aula, que en breves tendríamos una reunión. Creo que éramos muchos lo que no entendíamos nada, pero especulábamos que sería una charla informativa de índole institucional. A los pocos minutos, el mismo hombre que les había leído a los chicos en el salón, entró y nos pidió que tomáramos asiento, y dijo que nos daría las pautas que debíamos seguir como docentes de allí en más, dentro y fuera del establecimiento educativo. En ese momento la maestra de séptimo grado, Mirta, mi compañera ya que las dos éramos del interior y casi de la misma edad, quiso intervenir pidiendo una explicación de lo que estaba pasando, ya que como trabajadores docentes la merecíamos. En ese instante el uniformado se paró y respondió “mire  señora Mirta Bai (¡conocía su nombre!, me quede helada) ya nos habían informado de su irrespetuosa forma de tratar a un superior, si usted cree que esto no es serio, pues salga del aula, pero le advierto, aténgase a las consecuencias de sus actos”. Mirta, atemorizada por tal respuesta, y casi sin entender como la conocía, tomo asiento nuevamente y no volvió a decir una sola palabra.
La reunión, o más bien el monologo de este hombre, continuo. Recuerdo muchas cosas de aquel momento… lo primero fue que nos dieron una lista de autores, textos, y contenidos específicos que debían ser dejados de lado, debían dejar de darse y ni tan solo mencionarse en el ámbito educativo. Lamentablemente el primero que figuraba era ni más ni menos a quien yo tenía guardado en mi maletín, quien más sino Karl Marx, tan de moda y en boga en aquellos tiempos. También se propuso que nuestra tarea como docentes ya no era solo formar al ciudadano Argentino, sino que ahora debíamos agregar los valores accidentales y cristianos a esta formación. Y con ello nos encomendaron una nueva tarea, algo que escapaba a nuestras expectativas y más que nada a nuestra formación. Según el mandato, de allí en mas debíamos ser identificadores de “subversivos”. Cabe aclarar que no sabíamos demasiado a que hacían referencia con ello, y al ver nuestra cara de desconcierto, supongo, sacó de su carpeta un folleto, cuyo título decía: “Subversión en el ámbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo”. ¿Se imaginan el asombro que nos causó? Claro, ahora nos encontrábamos como identificadores de “guerrilleros”, como los apodaron ellos, dentro de un sistema que buscaba desbaratar y desarmar a cualquier precio otra ideología que no sea la occidental y cristiana que tanto habían nombrado en aquellas horas de reunión. Por último, y luego de semejante acontecimiento, se nos informó sobre la transferencia de los servicios educativos, otro cambio más, ya no seriamos empleados del gobierno nacional, sino del provincial, mas allá de que las órdenes bajaban del primero, vaya paradoja…
Luego de casi 4 horas en la institución, nos despidieron hasta el otro día, pero no sin antes darnos las recomendaciones para la mañana siguiente: “nada de pelo suelto, ni tacos. Pelo recogido, pollera hasta la rodilla”.
Al salir del edificio, la situación ya no era la de las 7 de la mañana, y mucho menos la del día anterior, había uniformados por doquier, armados, como si se estaban preparando para una guerra, es lamentable decirlo, pero así lo sentí en ese momento. No se veía a nadie en las calles, los chicos no jugaban en la vereda y ni el muchacho que vendía diarios y revistas se encontraba en la esquina. Y a pesar de que la situación en el contexto social no estaba siendo buena, y que esperábamos con ansias que las elecciones, proyectadas para unos meses en adelante, cambiaran la situación de incertidumbre. Esto, por el contrario, era desolador, nunca imaginé que podía llegar a pasar una cosa así. Ese día volví a mi casa casi desbordada, angustiada, son imágenes que nunca voy a olvidar. En un principio pensé que esto sería nada más que pasajero, pero triste fue levantarme al otro día y ver que la cosa empeoraba cada vez más.
Lamentablemente los días transcurrieron siendo cada vez más oscuros y solo nos quedaba la resignación de no volver a ver a muchos de nuestros colegas. Sin más, y con lágrimas en los ojos, debo decir que a mi querida colega y amiga Mirta Adriana Bai no volví a verla, hoy sé que es una desaparecida más. Desaparecida por preguntar, por indagar, por ser fiel a su formación y grande frente a las desigualdades. Nuestras vidas cambiaron de ahí en más y para siempre, somos argentinos dolidos, marcados, y hasta en algún punto atemorizados por un pasado que aún no nos deja descansar en paz, que nos pide que luchemos, que no bajemos la mirada,  pues aun golpean las puertas del recuerdo las 30.000 víctimas del terrorismo de estado del 76. 


                                                     

            En memoria de Adriana Bai. Desapareció el 12 de Mayo de 1978.
     Tenía 28 años. Era Maestra de Escuela. Tenía un Hijo.






 Por Walter Gabás. Relato ficticio sobre la llegada de la dictadura militar a las escuelas del país en la década del 70. Con todo respeto y Humildad, en nombre de los 30.000 desaparecidos, se nombra a una compañera docente desaparecida en el año 78.






Bibliografía

-            Secretaria de Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. 2010. Memoria y Dictadura. Buenos Aires: APDH- Instituto de Espacio Para la Memoria.

-            Páginas Web
http://www.youtube.com/watch?v=6B4rm6z3anw  (“Otro ladrillo en la pared" es una canción de Pink Floyd del álbum The Wall, lanzado el 30 de noviembre de 1979)

1 comentario:

Ricardo Delgado dijo...

Muy bueno , Walter!!!! me sorprendí al final , cuando hacés la aclaración de que es una ficción, no dista mucho(diría que nada)de la realidad... tengo para agregar que yo en 1976 estaba en la secundaria en Mar del Plata donde vivíamos. Luego en 1977, nos mudamos a Bs. As. y caí en un colegio jodido como el Mariano Moreno y lamentablemente hubo docentes que se tomaron muy en serio eso de ser "detectores de subversivos" . Vos pensá que en 1975 los Montoneros habían tomado el colegio y habían tirado al rector por la ventana. Al año siguiente , el golpe y viene una interventora que "entregaba gente" fue bravo porque no teníamos ni idea , estábamos en tercer año (14 años) y los montos ya no estaban pero nos trataban como si fuéramos nosotros ... muy jodido ... pero fueron muchos los buchones eh!!! Lamentablemente hubo compañeros como la protagonista de tu cuento que se la bancaron , pero hubo muchos que por miedo , delataban a cualquiera... muy feo, que tu propio maestro pueda ser el que te hiciera mandara al muere... en fin ... es bueno que vos tengas el sentimiento para escribir algo así y sintonizar tan claramente con el clima vivido en esa época ,a veces no es tan fácil que gente de tu edad entienda esto y que con defectos , lo que sea , la democracia es lo mejor ¡¡brillante lo tuyo !!!!